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To Catch a Coach

“Vivir del Coaching” es el título que emplea un módulo común a una de las dos especializaciones del Instituto Europeo del Coaching. Las licenciaturas del curso son: Especialización en Coaching Ejecutivo y Empresarial o Especialización en Life Coaching.

Lo primero que se me ocurre asociar a esta frase, “Vivir del Coaching”, es esta otra, “Vivir del Cuento” (cosa que se puede hacer, esta última, si uno es buen escritor y tiene un buen agente que a su vez tenga un buen Coach). Yo mismo no pude evitar un asomo de sonrisilla despectiva al respecto, sonrisa que acompañé con ese típico arqueo de la ceja y el no menos usual contorneo circular de cabeza. Me equivocaba… No es cuento, ¡cuidado! Es Coaching.

Hay un Instituto Europeo del Coaching, hay una licenciatura en Coaching y son más de doscientos profesionales desarrollando esta labor en España. Las salidas laborales parecen ser muchas y de variada catadura. Un licenciado en Coaching (sin que deje de sonar todo lo ridículo que suena cuando se presenta con este gerundio algo escacharrado en su haber) puede instruir a líderes y jefes de departamento de empresas, acceder a puestos de consultoría, asesoría, consejería de todo tipo, merodear la sanidad, el deporte y la abogacía. Además de ser consejero creativo cinematográfico en productoras y asesor de guión.

Los dominios del Coach son muchos y se agrandan en este mundo que necesita intermediarios de todo tipo para mediar entre las partes (contratantes de la primera hasta la última). El licenciado en Coaching, el Coach auténtico (término que podría traducirse como “el entrenador”), esa figura difusa y lejana que hasta ahora contaba poco en el sistema empresarial español, parece ser que va en aumento y cobra relieve. Muy pronto formarán una auténtica plaga y habrá que cazarlos como a conejos.


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Hoy por hoy, cada vez son más las empresas y los particulares que cuentan con sus servicios: los Coach son útiles para superar crisis, reorientar profesionalmente, desarrollar el potencial, afrontar nuevas etapas vitales o incluso gestionar emociones (confieso que tal cosificación mercantil de las emociones me ha dejado estupefacto, sin embargo, gestionar emociones consta en el PDF informativo del Instituto Europeo del Coaching como una de las áreas del desarrollo del futuro Coach). El visaje absurdo aparece cuando imaginamos a un operario de fábrica debatiéndose entre gestionar su ira al Coach o ir a vaciar la vejiga de la manera que resulte más ventajosa para la empresa, con mucho feedback, que se dice ahora (segunda palabreja a tener en cuenta).

El feedback parece ser como el desayuno de los campeones. Un trabajador rico en feedback es tan saludable para el buen funcionamiento del equipo y de la empresa como lo es una galleta rica en fibra para la flora intestinal. Ser un buen feedbacker (maestro en buscar la información seguida de la reacción con la que establecer un objetivo mínimo de mejora) tiene que andar preguntando a troche y moche sobre el resultado de sus acciones: “Oye, he grapado estos documentos así, ¿te parece bien? Estoy tecleando lo más silenciosamente posible, creo que es lo mejor, ¿tú que opinas? Voy a remover el mortero de izquierda a derecha, ¿así te va bien?” Coñas aparte, sin duda el feedback es un término esencial a la hora de gestionar el nuevo modelo de currículum y no hay que olvidar colocarlo en el apartado del mismo cuando la ETT de turno nos anime a completar nuestra personalidad laboral (personalidad que, a fin de cuentas, es la que completa por sí sola la nulidad restante de las facetas personales a considerar en un sociedad de producción como la nuestra). Nunca se sabe cuándo puede haber un buen Coach gestionando la pericia del Jefe de Personal en el proceso de selección de una oferta de trabajo cualquiera.

A todo esto, crisis mundial mediante, la pregunta cae por su propio peso, ¿cuántos Coach harían falta para reorientar profesionalmente a todo un país? No es broma. Creo que hay que valorarlo seriamente. Tal vez sea ésta una primera medida anticrisis. En todo caso, desde el terreno de la psicología laboral, siempre al servicio de la política de turno y haciendo de la normalización del ser humano lo que el sistema necesita para optimizarse en eficacia, tal vez la Administración y el Gobierno del Estado necesiten de esta institucionalización del concepto de autoayuda. O tal vez no y cazar al Coach se convierta en una medida con la que paliar irresponsabilidades. Aunque, para qué cazarlo cuando se puede hacer, como viene siendo usual con otros intermediarios, con el Coach cohecho.

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